La Habana.- ANTES de convertirse en madre, Dailín Belmonte había convertido el atletismo en el centro de su vida. Corría maratones como si fuese su única razón de ser, sin más inspiración que las ansias de triunfar.
Pero cuando en el 2021 tuvo a Milagros Heilin en sus brazos, todo cambió de repente. Comprendió entonces lo que significaba amar algo de una manera tan incondicional, que el resto de su universo pasaba a un segundo plano.
«Ser mamá me hizo una persona diferente. Comprendí de pronto lo mucho que me quería mi madre, y de paso comencé a sentir más amor por todo lo que hago, me dotado de más paciencia y más concentración», confiesa esta santiaguera que había pensado en abandonar el deporte activo tras la maternidad, pero no pudo.
«Mi hija también fue la motivación especial para volver a los entrenamientos, algo que no pensaba que fuera a suceder.
»Pienso que es una forma de crear en ella valores, enseñarle con el ejemplo la disciplina que va a necesitar para lograr lo que se proponga en la vida. También la valentía, porque se necesita buena dosis para dedicarte al deporte de alto rendimiento», asegura con cierta nostalgia, que crece por estos días mientras se prepara en suelo mexicano.
«Quiero que mi hija vea a su mamá como una guerrera y no para que sea como yo… para que sea mejor y se supere en cualquier cosa a lo que se dedique en su vida», añade.
Medallista de plata en dos citas centrocaribeñas y participante en certámenes olímpicos, mundiales y panamericanos, Dailín encarna uno de los muchos ejemplos de mujeres que se multiplican para cumplir con sus profesiones, a la vez que asumen sus responsabilidades como pilar fundamental de la familia.
«Me gusta la idea de que ella me vea entrenando y también compitiendo, que no tenga esa visión solo a través de la prensa o la televisión. Hasta ahora no era consciente de cuánto esto me motivaría, y ahora lo estoy viviendo», dice feliz porque sabe que pudiera estar formando a una posible corredora.
Aunque pensó que siempre contaría con el respaldo de su madre para encarar la educación de su hija, el destino le jugó una mala pasada. Dailín extraña cada día a su progenitora, y en ella piensa a la hora de tomar las decisiones que implican a su pequeña.
No obstante, se siente afortunada de contar con otros apoyos, incondicionales como el de su esposo Henry, con quien comparte las responsabilidades, o el de su vecina Isabel, que la ha adoptado como hija y se ha convertido en una abuela para la inquieta Milagros Heilin.
Gracias a ellos yo pude volver a entrenar. Con su apoyo me siento mucho más tranquila, porque es como si estuviera presente», comenta satisfecha, mientras destaca que los roles de madre y deportista son como regalos que le acompañarán por siempre.
«Siento que la familia es lo más importante del mundo. El corazón me late distinto desde que soy madre, es un privilegio inigualable… y mi vida tiene otro sentido desde que disfruto de esa condición».
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